lunes, 28 de noviembre de 2011

¿El tatuaje es de Dios?



Esta es una imagen maorí de una cara tatuada, práctica común en este pueblo.
Existen muchas pruebas arqueológicas que afirman que los tatuajes se originaron en Egipto entre los años 4000 y 2000 a.C.
Y también los hacían los nativos de la Polinesia, Filipinas, Indonesia y Nueva Zelanda (maorí), que se tatuaban en rituales ligados a la religión.


La pregunta es: ¿tenían algún fundamente bíblico los tatuajes originados y desarrollados por los pueblos paganos? Desde el  punto de vista espiritual o histórico no. Es más, la esencia de su inspiración fue y es satánica, ya que contraría los principios de la fe judaica y cristiana.
“Habla a los hijos de Israel, y diles: Cuando hayáis pasado el Jordán entrando en la tierra de Canaán, echaréis de delante de vosotros a todos los moradores del país, y destruiréis todas las piedras con figura, y todas sus imágenes de fundición, y destruiréis todos sus lugares altos…” Números 33:51-52
Llama la atención la orden: “destruiréis todas las piedras con figura…”. Ahora bien, si Dios mandó destruir todas las piedras con figuras, ¿por qué Él permitiría que esas figuras pudiesen ser grabadas en el cuerpo humano que es el templo de Su Espíritu?
El apóstol Juan vio a los condenados que serán tatuados con cierta marca sobre la mano derecha o sobre la frente. Esa marca será la del nombre de la bestia o la de su número: 666 (Apocalipsis 13:16-18) ¿No es eso un tatuaje?
El cuerpo del siervo del Señor Jesús es el templo del Espíritu Santo. ¿Para qué tatuarlo? ¿Cuál es su beneficio? 1 Corintios 6:19
Según mi punto de vista, tatuarse es imitar a los hijos de Baal. Los hijos de Dios jamás deben querer imitarlos, aunque eso contraríe las reglas de este mundo podrido.

Obispo Macedo

martes, 8 de noviembre de 2011

Campaña del Sinaí


Cuanto más grande es la conquista, más reñida es la lucha y mayor el sacrificio.
Cuanto mayor es el sueño, más exigente es el sacrificio para su realización.
Esa enseñanza viene desde lo Alto.

La liberación de los hebreos de Egipto era un sueño casi imposible. Los hijos de Israel eran la gran fuente de riqueza y opulencia egipcia. Riqueza a costa de su esclavitud.
Dejarlos libre significaba una pérdida irreparable.

Egipto es el mundo, Faraón es el diablo, los hijos de Israel son los pueblos esclavizados, el Monte Sinaí simboliza el Monte Calvario y Moisés es el enviado del Altísimo.

Cuando el Señor envió a Moisés, avisó: “Mas yo sé que el rey de Egipto no os dejará ir sino por mano fuerte.”, (Éxodo 3:19).

¿Cómo liberar a los esclavos del diablo sin el uso obligatorio de la Mano fuerte? Esto es, ¿sin lucha, sin guerra, sin sacrificio o sin la violencia de la fe?

¿Es posible usar la fe sin violentar las costumbres religiosas? ¿Es posible usar la fe sin violentar la voluntad de la carne?

La fe sobrenatural, por sí sola, ya se opone a la naturaleza.

Jesús escupió en el suelo, hizo barro, untó los ojos del ciego y ni por eso el muchacho fue curado. Pero, al obedecer Su orden, aún con enorme dificultad, fue curado. ¿Quién lo curó? ¿Jesús? ¿Su saliva? ¿El barro? ¿El agua del estanque de Siloé?

Él fue curado por la obediencia a la Palabra de Jesús. O sea, por la propia fe.

Pero el Señor tuvo que usar la Mano Fuerte para despertar su fe.

¿Jesús no podría haber pedido que alguien trajera agua de Siloé y lavarle los ojos? No sería más fácil, más simple y hasta más humano evitar que el muchacho tuviera que caminar hasta el fondo del Valle para ser curado?

“Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan.”, (Mateo 11:12).

La fe pura violenta los principios naturales humanos. ¿Quién la entenderá?
¿Quién no sabe que sin el sacrificio de la fe natural no se conquista nada en este mundo?

De la misma forma, los beneficios del Mundo sobrenatural exigen la violencia de la fe sobrenatural.

Quien cree, va; quien no cree, se queda.